Es el único elemento que resta del antiguo convento de los Franciscanos. La orden franciscana fundó un convento en la villa en el año 1573, bajo la abogacía de San Antonio y sobre la donación de la ermita medieval de San Antonio (siglo XV) en el espacio ocupado en la actualidad por la Glorieta. El templo primigenio fue derribado por unas fuertes lluvias en 1597. La mala calidad de la obra explica que se construyera otro nuevo, en el lugar donde se ubica la iglesia actualmente. Poco después de 1615 se acabó de construir el templo. Se trata de un templo de una nave con siete tramos y capillas laterales dispuestas entre los contrafuertes. El lenguaje predominante es la sencillez y la austeridad de las formas. Predomina el arco de medio punto y las bóvedas de cañón, con arcos con pechinas en la sacristía y las capillas. El coro se dispone al pie de la iglesia, como es habitual en los templos franciscanos valencianos. La puerta de entrada lateral es barroca, con pilastras planas, posterior a la fábrica del casco del templo. La austeridad caracteriza también el campanario y la decoración exterior, características definitorias, así mismo, de la arquitectura franciscana. La iglesia estaba en pésimas condiciones, casi derruida por completo, hacia 1845. En 1835 tuvo lugar la exclaustración de los frailes franciscanos con la desamortización de las propiedades del convento. El deterioro del templo fue galopante, la cual cosa nos indica la escasa calidad constructiva. Fue adquirida por Juaquina Osca, de una de las familias más poderosas de entonces, quien decidió reconstruirla con el soporte económico del vecindario. En la segunda mitad del siglo XIX ya se pudo abrir de nuevo al culto, dotada con una capellanía que dependía de la parroquia de San Carlos Borromeo. Las destrucciones ocasionadas por la Guerra Civil obligaron a una nueva remodelación, la cual, junto a las reformas durante la segunda mitad del siglo XX, le confieren su actual aspecto. Se tiene que remarcar que había unas pinturas, posiblemente óleos y algún fresco, del franciscano Villanueva que no se han conservado.